lunes, 26 de mayo de 2014

Segunda parada: La llegada al Edén

Hola amigos!
Esta semana continua la travesía por satisfacer una de nuestras necesidades primarias más vitales: la seguridad. Y me quedo solo con esta necesidad, y no con muchas otras que podría nombrar, pues la que más se repite entre todas las historias de emigración que he escuchado.
Porque cualquier que se encuentre fuera lo ha pensado: ¿Y si no fuera por la inseguridad?¿Me hubiera quedado?
Ojo, que cuando hablo de inseguridad no sólo me refiero a los robos, secuestros y asesinatos - me refiero también a inseguridad en todos los sentidos (económica, política y social).

Pero el día de la llegada al Edén no estamos pensando en eso... Ese día, el que pensamos es el primer día del resto de nuestras vidas, estamos dichosos y plenos. Es como si fuéramos ciegos y de la noche a la mañana hubiésemos abierto lo ojos y un mundo nuevo estuviera plantado ante nosotros.

Todo lo que nos rodea huele bien, sabe bien y se pinta bien.
Nos bajamos del avión llenos de buena vibra y nos parece que la aeromosa/azafata fue lo máximo, que las 9 horas de vuelo no fueron tan largas, que el clima (en mi caso 38ºC) no están tan mal, que el cielo se ve más azul; en fin todo lo que enfrentamos ahora lo medimos y pesamos superior a lo que conocemos.

Llegas a tu apartamento, alquilado a distancia por internet, y te maravillas de ver que todo es tal y como lo mostraban las fotos y piensas "es que las cosas aquí si funcionan". Emocionado, bajas a recorrer la urbanización a la que te mudaste, feliz de que al fin puedes caminar por las calles a cualquier hora y hacia cualquier destino. Entras en el bar de la esquina y pides la cerveza nacional para comenzar a mezclarte con el entorno.

Luego de caminar sin rumbo, maravillado por lo que te rodea, vuelves de nuevo a lo que a partir de ahora llamas casa y sigues contento por lo que viene; deshaces la maleta, te encanta todas las opciones de aprovechamiento de espacio puedes encontrar para un apartamento tan pequeño, te das cuenta que trajiste demasiadas cosas y muchas de ellas son innecesarias, caes en cuenta que más del 50% de tu ropa no te sirve para el clima en el que estás, buscas espacios para las 300 maletas que trajiste porque uno nunca sabe que te hará falta.
Te acuestas a dormir a las 11pm, pero tu organismo te dice que para ti son las 5 de la tarde y que aun te quedan 6 o 7 horas de vida! Entonces das vueltas en la cama, de un lado para otro, pensando en como resultará toda esta aventura, haciendo cuentas mentales para saber si el dinero que trajiste es suficiente para aguantar hasta que haya un ingreso y si las cosas serán siempre tan novedosas y emocionantes como este primer día. 

Así pasan los primeros días y comienzas a entrar en la rutina diaria del lugar - tratando de adaptar las costumbres que traes con las del nuevo escenario y empiezas a sentir los cambios en las cosas más pequeñas. Hacer mercado, por ejemplo, mientras antes lo más complicado era sacar las bolsas de la maleta del carro y llevarlas hasta el ascensor, ahora hay que hacer mercado a pie y tienes que llevar tus propias bolsas; mientras antes sólo abrías la puerta de la casa y botabas la basura por el "bajante" a la hora y el momento que quisieras, ahora debes conocer  los horarios de la basura y bajar las ahora 4 bolsas (desechos seleccionados por tipo de reciclaje) y, si no tienes suerte, caminar hasta 6 cuadras con estas bolsas hasta el contenedor de cartón, vidrio y plástico más cercano; o simplemente entrar al baño y olvidarte de que ahora el interruptor de la luz está del lado de afuera de la puerta (jajajaj nos ha pasado más de una vez) - y como estas, pequeñas otras cosas que comienzan a sumar en el proceso de concienciar el gran cambio al que te estás sometiendo.

Pero en medio de esta realización, se confirma el dicho de que el hombre es un animal de costumbre y sin siquiera darte cuenta,  comienzas a adaptarte a los cambios progresivamente... Pero a medida que esta adaptación se comienza a gestar, la nostalgia del pasado va creciendo y la crianza de años comienza a empujar hacia afuera... porque el cambio es posible, pero cuesta...

lunes, 19 de mayo de 2014

Primera parada: El proceso de salida

¿Qué tal amigos?
Hace mucho que tengo en mente la idea de compartir mis experiencias con todo aquel que tenga planeado o este a punto de salir de su país y por fin me he animado a crear este blog para poder descargar mis impresiones acerca del proceso.
Advertencia: esto no es un blog sobre los pasos que tienes que seguir para salir, es un blog sobre cómo te puede llegar a sentir cuando te vas, porque aunque no lo creas, eso pesa y mucho.


Soy Patricia, tengo 27 años y hace casi 2 años que vivo fuera de mi país natal, Venezuela. Como muchos de los venezolanos que hoy se encuentran fuera, salí por la necesidad de sentirme "Libre" o lo más libre que uno puede sentirse en un país que no es el suyo.

Desde entonces me encuentro en Madrid, España - ciudad que confieso abiertamente hasta ahora no me ha atrapado, pero sigo intentando sobrevivir día a día diciéndome a mi misma que estoy mejor y que todo va a estar mejor a futuro.
También, desde que estoy fuera, he tratado de apoyar a todo cuanto familiar, amigo o conocido que quiere salir del país, ayudándolo a entender los pasos a seguir, tratando de facilitar en la medida de lo posible el proceso de adaptación.


En esta primera entrega, me gustaría compartir con ustedes la experiencia de los primeros pasos de mi salida.

En el año 2009, producto de la inseguridad, decido comenzar a buscar opciones fuera de las fronteras. Mi primera opción desde el principio fue España por varios motivos: el lenguaje, la facilidad de obtener papeles por ser familiar de comunitario, la supuesta similitud que tenemos unos con otros pues de allí venimos los latinoamericanos, el costo de los postgrados en comparación con otras opciones.
Luego de un año de análisis, búsqueda y aplicación recibo la llamada más esperada: he sido admitida en el master que quería y recibo una beca del 30% para asistir a él. Aquí realmente comienza el proceso de locura pues, como un animal encarcelado, comienzas a buscar la manera más rápida y efectiva de escapar de la jaula.


Comienza la preparación de los estados financieros y las previsiones personales para ver si tienes la capacidad de mantenerte hasta que pueda conseguir un sustento.

Comienzan las tensiones con tu pareja del momento para definir qué será de la relación en caso de que uno se vaya y uno se quede o, más profundamente, cuando ambos deciden irse juntos (nos vamos juntos, pero no revueltos - nos mudamos al mismo apartamento y compartimos gastos - nos casamos antes de irnos?).
Comienza la tensa calma en el trabajo de turno, pues no se sabe bien como entregar la noticia de que te vas antes de tiempo, pues aún no estás seguro de cómo resultará - se baraja la posibilidad de permisos no remunerados o renuncias definitivas.
Por último, comienzan los preparativos para la llegada al que uno piensa es el "oasis" porque, ¿qué puede ser peor que lo que tienes hoy? Se compran los pasajes, se gestiona el alquiler del apartamento y se comienza a ordenar la maleta pues a partir de ahora uno se enfrenta a lo novedoso: las estaciones. 


Y en ese momento te sientes pleno, dichoso y feliz de dejar los problemas atrás.

De dejar a los "malandros" atrás - de dejar las colas en la autopista - de dejar el desorden - de dejar las largas esperas para conseguir pasaporte - de dejar la inaccesibilidad de las entidades publicas cuando vas a hacer una diligencia - en fin, de dejar todo lo negativo atrás.
En ese momento, todas las cosas bonitas de tu lugar de origen se olvidan pues ¿cómo esto puede ser mejor que vivir en el primer mundo?


Se acerca la fecha de la partida y los sentimientos son encontrados; todos tus amigos y familiares comienzan a organizar las respectivas fiestas de despedida y aunque uno se la pasa genial en ellas, por debajo está esa melancolía que uno se empeña en negar. Esa nostalgia que te hace preguntarte ¿será que algún día volveré? Pero esa pregunta se desvanece en la algarabía de aquellos que te desean lo mejor en tu nueva meta.



Llega el día del vuelo y así, parado en la puerta de migración del aeropuerto, comienza la travesía por encontrar la paz y la tranquilidad mental que tanto quieres, la estabilidad económica y política que no tienes y la esperanza de crecimiento en términos que nunca antes viste.

Con lagrimas en los ojos te despides de aquellos que dejas atrás y atraviesas las puertas que te conducen al futuro, con la certeza de que todo va a estar mejor pero sin saber que te estás lanzando a un pozo oscuro y desconocido y que no sabes lo que te depara.
Pero en tu mente lo único que piensas es ¿qué puede ser peor que esto?
Pues te sorprenderías...